Hoy me levanté pensando en el tiempo que pasamos construyendo algo para que en segundos veamos temblar toda la edificación, esa que tanto te costó construir.
Cualquier edificación, por más segura que parezca tiene sus puntas filosas, sus puntos de inestabilidad, que hacen que por momentos tiemble todo.
No me refiero en especial a algún tipo de construcción en particular, puede ser tu carrera, tu trabajo ni que hablar de las relaciones, los vínculos que estableces con alguien y que por momentos te mantienen tan seguro, tan resguardado.
Todos, por más inestables que seamos, queremos algo seguro, un lugar, una relación, algo o alguien que esté ahí para nosotros.
Somos complicados, nos cuesta confiar, nos cuesta decir "te necesito" y cuando logramos derribar esos muros y crear un puente con la otra persona, cuando nos conectamos realmente y eso nos parece tan maravilloso y nos damos cuenta de que no estamos más solos, cuando todo eso pasa, comienzas a sentirte seguro.
Pero hete aquí la dura realidad: nunca estás seguro, estás en un continuo vaivén de emociones, de cambios, de circunstancias, de cosas que no puedes manejar. Sólo puedes esperar a que cuando venga la tormenta, no te deje vacío, solo con despojos.
Por más seguras que nos parezcan nuestras construcciones, siempre serán chozas, nos gusta creer que no lo son, pero todo está construído en barro.
